ESTER SUPLEMENTOS GRIEGOS

ESTER SUPLEMENTOS GRIEGOS

Capítulo 5

1 Al tercer día, una vez que terminó de orar, Ester se quitó su ropa de penitente y se atavió con todo lujo.

2 Así, deslumbrante de hermosura, invocó a Dios que vela por todos y los salva. Luego tomó consigo a las dos damas de compañía.

3 y se apoyó delicadamente sobre una de ellas,

4 mientras la otra la seguía sosteniendo el ruedo de su vestido.

5 Ella iba radiante, en el apogeo de su belleza, con el rostro sonriente como una enamorada, aunque su corazón estaba oprimido por el temor.

6 Después de franquear todas las puertas, se detuvo delante del rey. El estaba sentado en su trono real, revestido con todos los atuendos de sus apariciones solemnes, cubierto de oro y piedras preciosas, e inspiraba un gran terror.

7 Entonces alzó su rostro encendido de majestad y, en un arrebato de ira, lanzó una mirada fulminante. La reina se sintió desvanecer: débil como estaba, cambió de color y reclinó su cabeza sobre la dama de honor que la precedía.

8 Pero Dios cambió el espíritu del rey y lo movió a la mansedumbre. Lleno de inquietud, se precipitó de su trono y la tomó entre sus brazos, mientras ella volvía en sí. La reconfortó con palabras tranquilizadoras, diciéndole:

Capítulo 5

9 ¿Qué pasa, Ester? Yo soy tu hermano, ten confianza.

10 No vas a morir, nuestro decreto vale solamente para la gente común.

11 ¡Acércate!»

12 Luego alzó el cetro de oro y lo puso sobre el cuello de Ester, la besó y le dijo: «Háblame».

13 Ella le respondió: «Yo te vi, señor, como a un ángel de Dios, y mi corazón se estremeció de temor ante tu majestad.

14 Porque tú eres admirable, señor, y tu rostro está lleno de fascinación».

15 Pero mientras ella hablaba, se desvaneció a causa de su debilidad.

16 El rey estaba desconcertado y todo su séquito trataba de reanimarla.

 

 

[Después de Est. 8.12]

5 Capítulo 5 1 Al tercer día, una vez que terminó de orar, Ester se quitó su ropa de penitente y se atavió con todo lujo. 2 Así, deslumbrante de hermosura, invocó a Dios que vela por todos y los salva. Luego tomó consigo a las dos damas de compañía. 3 y se apoyó delicadamente sobre una de ellas, 4 mientras la otra la seguía sosteniendo el ruedo de su vestido. 5 Ella iba radiante, en el apogeo de su belleza, con el rostro sonriente como una enamorada, aunque su corazón estaba oprimido por el temor. 6 Después de franquear todas las puertas, se detuvo delante del rey. El estaba sentado en su trono real, revestido con todos los atuendos de sus apariciones solemnes, cubierto de oro y piedras preciosas, e inspiraba un gran terror. 7 Entonces alzó su rostro encendido de majestad y, en un arrebato de ira, lanzó una mirada fulminante. La reina se sintió desvanecer: débil como estaba, cambió de color y reclinó su cabeza sobre la dama de honor que la precedía. 8 Pero Dios cambió el espíritu del rey y lo movió a la mansedumbre. Lleno de inquietud, se precipitó de su trono y la tomó entre sus brazos, mientras ella volvía en sí. La reconfortó con palabras tranquilizadoras, diciéndole: 9 ¿Qué pasa, Ester? Yo soy tu hermano, ten confianza. 10 No vas a morir, nuestro decreto vale solamente para la gente común. 11 ¡Acércate!» 12 Luego alzó el cetro de oro y lo puso sobre el cuello de Ester, la besó y le dijo: «Háblame». 13 Ella le respondió: «Yo te vi, señor, como a un ángel de Dios, y mi corazón se estremeció de temor ante tu majestad. 14 Porque tú eres admirable, señor, y tu rostro está lleno de fascinación». 15 Pero mientras ella hablaba, se desvaneció a causa de su debilidad. 16 El rey estaba desconcertado y todo su séquito trataba de reanimarla.     [Después de Est. 8.12]