Año: C(I). Semana del salmo: 3. Color litúrgico: Blanco.
Santo Tomás de Aquino (1225 - 1274)
Nació en una familia noble del sur de Italia y fue educado por los benedictinos. En el curso normal de los acontecimientos se habría unido a esa orden y ocupado un puesto adecuado a su rango, pero en su lugar decidió convertirse en dominico. Su familia estaba tan escandalizada por este plan de mala reputación que lo secuestraron y lo mantuvieron prisionero durante más de un año; pero él era más obstinado que ellos, y al final se salió con la suya.
Estudió en París y en Colonia con el gran filósofo San Alberto Magno. Era una época de gran efervescencia filosófica. Los escritos de Aristóteles, el más grande filósofo del mundo antiguo, habían sido redescubiertos y estaban a disposición de los occidentales por primera vez en mil años. Muchos temían que el aristotelismo se opusiera frontalmente al cristianismo, y la enseñanza de Aristóteles estaba prohibida en muchas universidades de la época – el hecho de que las obras de Aristóteles llegaran a Occidente procedentes en su mayoría de fuentes musulmanas no ayudaba en nada.
En este caos, Tomás aportó un sentido simple y directo. La verdad no puede contradecir a la verdad: si Aristóteles (el gran filósofo pagano infalible) parece contradecir al cristianismo (que sabemos por fe que es verdadero), entonces o Aristóteles está equivocado o la contradicción es en realidad ilusoria. Así que Tomás estudió, enseñó y argumentó, y finalmente la filosofía sencilla y de sentido común que elaboró puso fin a la controversia. De su trabajo surgieron muchos escritos sobre filosofía y teología, incluyendo el Summa Theologiae, un libro de texto estándar durante muchos siglos y todavía hoy un recurso insustituible. De su profunda erudición surgió también la deslumbrante poesía de la liturgia del Corpus Christi. Y de su santidad surgió el día en que, celebrando la Misa, tuvo una visión que, según dijo, hizo que todos sus escritos parecieran paja; y ya no escribió más.
Oremos para que el Espíritu Santo nos inspire, como a Santo Tomás, a amar a Dios tanto con la mente como con el corazón; y si nos encontramos con un hecho o una enseñanza que nos parece contradecir nuestra fe, no la rechacemos sino investiguémosla: pues la verdad que contiene no puede contradecir jamás la verdad que es Dios.
Color litúrgico: blanco
El blanco es el color del cielo. Litúrgicamente, se utiliza para celebrar las fiestas del Señor; Navidad y Pascua, las grandes estaciones del Señor; y los santos. No es que siempre se vea el blanco en la iglesia, porque si hay algo más espléndido, como el oro, se puede y se debe utilizar en su lugar. Al fin y al cabo, estamos de celebración.
En los primeros siglos todos los ornamentos eran blancos – el blanco de la pureza bautismal y de las túnicas que llevaban los ejércitos de los redimidos en el Apocalipsis, lavados de blanco en la sangre del Cordero. A medida que la Iglesia fue adquiriendo seguridad suficiente para poder planificar su liturgia, comenzó a utilizar el color para que nuestro sentido de la vista pudiera profundizar en nuestra experiencia de los misterios de la salvación, del mismo modo que el incienso recluta nuestro sentido del olfato y la música el del oído. A lo largo de los siglos se elaboraron diversos esquemas de color para las fiestas y las estaciones, y sólo en el siglo XIX se armonizaron en su forma actual.
Lectura de media mañana |
Jeremías 22:3 |
Practicad la honradez y la integridad; rescatad al hombre agraviado de manos de su opresor; no explotéis al forastero, al huérfano, a la viuda; no cometáis violencia; no derraméis sangre inocente en este lugar.
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Lectura de mediodía |
Deuteronomio 15:7-8 |
¿Hay algún pobre entre vosotros, uno de vuestros hermanos, en cualquier pueblo vuestro de la tierra que el Señor, vuestro Dios, os da? No endurezcas tu corazón ni cierres tu mano contra ese hermano tuyo pobre, sino ábrele la mano y préstale lo suficiente para sus necesidades.
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Lectura de la tarde |
Proverbios 22:22-23 |
Porque un hombre sea pobre, no lo engañes, ni oprimas a la puerta de la ciudad a nadie que esté afligido; porque el Señor defiende su causa, y extorsiona la vida de sus extorsionadores.
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