Año: C(I). Semana de salmos: 1. Color litúrgico: Blanco.
Año: C(I). Semana del salmo: 1. Color litúrgico: Blanco.
Otros santos: Santos Marcelino, Vicente y Domnino (- 374)
Kenia, África austral
Marcelino y otros dos misioneros, Vicente y Domnino, abandonaron su África natal para llevar la fe a la Galia (actual Francia). Su predicación fue tan bien acogida que pronto se hizo necesario crear una diócesis para coordinar el ministerio misionero. Marcelino fue nombrado primer obispo de la diócesis de Embrun por su celo misionero y su santidad. Más tarde sufrió la persecución verbal y física de los arrianos. Murió en 374.
Otros santos: San Beuno (- 640)
Gales
Fue un hombre santo y abad de Clynnog Fawr en Gwynedd, en la península de Llyn. Véanse también los artículos en Wikipedia y Early British Kingdoms.
Otros santos: Santa Inés de Montepulciano OP (1268 - 1317)
20 Abr (donde se celebra)
Monja y Virgen dominica.
Santa Inés nació en Gracciano, Italia, en 1268 e ingresó en un monasterio de Montepulciano a la edad de nueve años. A los quince años, por indulto de la Santa Sede, fue nombrada superiora de un monasterio de monjas en Viterbo. En respuesta a las súplicas del pueblo de Montepulciano, regresó allí en 1306 para hacerse cargo de un monasterio recién fundado que seguía la Regla de San Agustín. Pocos años después, puso este monasterio bajo la dirección de la Orden de Predicadores, y buscó la perfección evangélica según el camino de Santo Domingo. Inés fue devota del Niño Jesús y de la Virgen María, manifestó los dones del Espíritu Santo y fue un modelo de oración y caridad. Trabajó por la paz civil y la unidad. Santa Catalina de Siena la consideraba su “madre gloriosa.” Murió el 20 de abril de 1317.
El Evangelio de hoy: Por qué Pedro fue primero
El otro discípulo, corriendo más aprisa que Pedro, llegó primero al sepulcro; se inclinó y vio los lienzos tendidos en el suelo… pero no entró.
Es posible – y sabios teólogos lo han hecho – leer en este pasaje una afirmación tipológica sobre Pedro, como fundador de la Iglesia; y de hecho no hay nada malo en ello. Pero en el nivel más literal y más humano también hay material para la reflexión.
Todos vemos los acontecimientos desde el Viernes Santo hasta la mañana del Domingo de Resurrección con una perspectiva distorsionada. No podemos’no, porque sabemos lo que ocurrió en Pascua. Imbuidos de la historia de Jesús’ resucitado al tercer día, inevitablemente pensamos en términos de que estuvo muerto y enterrado durante tres días. Es un punto de vista anacrónico. Visto a través de los ojos de cualquiera que viviera aquellos días, Jesús estuvo muerto y enterrado para siempre, hasta que ocurrió algo nuevo e inimaginable.
La situación del Sábado Santo, por lo que sabían los discípulos, no era que Jesús iba a resucitar mañana, sino que estaba muerto y no resucitaría jamás. Este momento evangélico del Domingo de Resurrección debe entenderse en el mismo sentido. ¿Qué pensaba Juan mientras corría? Sabía que el hombre más perfecto y semejante a Dios había sido humillado y destruido de la peor manera imaginable, porque lo había visto suceder. Ahora emprendía el camino del luto representando su dolor y presentando sus respetos. Y al acercarse a la tumba, vio que algo había sucedido.
Detente ahí un momento, recordando olvidar la Resurrección, y piensa qué pudo haber sido ese ‘algo’. ¿Qué podría haber pasado, excepto algo malo? Las sociedades primitivas muestran un respeto extremo por sus enemigos’ muertos. Si sus enemigos no pueden recuperar esos cuerpos, los entierran ellos mismos, según sus propios ritos o según una aproximación lo más cercana posible al rito del enemigo. Pero los judíos y los romanos no eran primitivos, sino civilizados. No tenían tabúes supersticiosos sobre la muerte. Así que si la tumba estaba revuelta, sólo podía deberse a que los verdugos de Jesús habían decidido que la muerte no era suficiente para él – que aquel a quien habían humillado y escupido en vida tenía que ser profanado también en la muerte.
Hacia eso corrió Juan, y luego se detuvo porque no podía soportar verlo. Fue Pedro, el impulsivo, el irreflexivo, quien siguió adelante y, al mirar hacia dentro, encontró el mundo al revés.
Juan 20:1-9
Color litúrgico: blanco
El blanco es el color del cielo. Litúrgicamente, se utiliza para celebrar las fiestas del Señor; Navidad y Pascua, las grandes estaciones del Señor; y los santos. No es que siempre se vea el blanco en la iglesia, porque si hay algo más espléndido, como el oro, se puede y se debe utilizar en su lugar. Al fin y al cabo, estamos de celebración.
En los primeros siglos todos los ornamentos eran blancos – el blanco de la pureza bautismal y de las túnicas que llevaban los ejércitos de los redimidos en el Apocalipsis, lavados de blanco en la sangre del Cordero. A medida que la Iglesia fue adquiriendo seguridad suficiente para poder planificar su liturgia, comenzó a utilizar el color para que nuestro sentido de la vista pudiera profundizar nuestra experiencia de los misterios de la salvación, del mismo modo que el incienso recluta nuestro sentido del olfato y la música el del oído. A lo largo de los siglos se elaboraron diversos esquemas de color para las fiestas y las estaciones, y sólo en el siglo XIX se armonizaron en su forma actual.
Lectura de media mañana
(1 Corintios 15:3-5)
Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; fue sepultado, y resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras. Se apareció primero a Cefas y después a los Doce.
Lectura de mediodía
Efesios 2:4-6
Dios nos amó con tanto amor que fue generoso con su misericordia: cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos dio vida con Cristo -es por la gracia que habéis sido salvados- y nos resucitó con él y nos dio un lugar con él en el cielo, en Cristo Jesús.
Lectura de la tarde
Romanos 6:4
Cuando fuimos bautizados, entramos con él en el sepulcro y nos unimos a él en la muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, también nosotros vivamos una vida nueva.