Año: C(I). Semana del salmo: 4. Color litúrgico: Blanco.
Año: C(I). Semana del salmo: 4. Color litúrgico: Blanco.
Santa Teresa de Ávila (1515 - 1582)
Nació en Ávila (España) e ingresó a los 20 años en el convento de las Carmelitas, no porque sintiera una gran atracción por la vida religiosa, sino porque le pareció lo más sensato. En aquella época, los conventos carmelitas eran lugares confortables. Se estaba bien atendido, se tenía todo el contacto con el mundo exterior que se deseaba y se podían conservar las propias posesiones. Con el tiempo, y a pesar de su mala salud, hizo grandes progresos en la oración contemplativa y tuvo varias experiencias místicas, que trató con gran recelo, ya que sentía que no era lo suficientemente santa como para que Dios se las concediera.
La vida de oración de Teresa’la llevó a buscar una vida más perfecta, y en 1562, frente a mucha oposición, fundó un convento de monjas carmelitas descalzas en Ávila. “Descalzas” (“sin zapatos”) significaba su devoción a la pobreza. El resto de su vida es una historia de la fundación de más y más conventos de Carmelitas Descalzas frente a la intensa oposición de los carmelitas no reformados, pero al mismo tiempo ayuda procedente de las más altas instancias. Así, en 1566 el General de la Orden Carmelita aprobó la fundación original de Teresa y le permitió hacer otras nuevas. En 1575 el capítulo de la Orden decidió disolverlas todas, y durante los cinco años siguientes se hizo todo lo posible por destruir las reformas de Teresa y muchos de sus seguidores (entre ellos San Juan de la Cruz) fueron encarcelados y cruelmente tratados.
Finalmente, en 1580, y con el apoyo del rey Felipe II, las Carmelitas Descalzas se independizaron y Santa Teresa pudo fundar más conventos nuevos. Murió, agotada por sus esfuerzos, el 15 de octubre de 1582.
Santa Teresa es un ejemplo sobresaliente de cómo la vida contemplativa puede brotar y desbordarse en acción. Además de todo esto, escribió mucho sobre el tema de la oración contemplativa y sus escritos siguen siendo obras de referencia hoy en día. Fue declarada Doctora de la Iglesia por el Papa Pablo VI en 1970.
Una historia favorita sobre Santa Teresa ilustra la íntima relación que los santos mantienen con Dios. Cuando realizaba uno de sus innumerables viajes por España, su caballo la tiró al cruzar un río. Empapada hasta los huesos, miró al cielo y dijo: “¡Si así tratas a tus amigos, no me extraña que tengas tan pocos!” Debemos llevar todo a Dios en nuestras oraciones, incluso nuestros reproches. Porque un reproche, en el fondo, no es más que nuestra manera de ofrecer a Dios nuestra incomprensión de lo que nos da.
El blanco es el color del cielo. Litúrgicamente, se utiliza para celebrar las fiestas del Señor; Navidad y Pascua, las grandes estaciones del Señor; y los santos. No es que siempre se vea el blanco en la iglesia, porque si hay algo más espléndido, como el oro, se puede y se debe utilizar en su lugar. Al fin y al cabo, estamos de celebración.
En los primeros siglos todos los ornamentos eran blancos – el blanco de la pureza bautismal y de las túnicas que llevaban los ejércitos de los redimidos en el Apocalipsis, lavados de blanco en la sangre del Cordero. A medida que la Iglesia fue adquiriendo seguridad suficiente para poder planificar su liturgia, comenzó a utilizar el color para que nuestro sentido de la vista pudiera profundizar en nuestra experiencia de los misterios de la salvación, del mismo modo que el incienso recluta nuestro sentido del olfato y la música el del oído. A lo largo de los siglos se elaboraron diversos esquemas de color para las fiestas y las estaciones, y sólo en el siglo XIX se armonizaron en su forma actual.
Lectura de media mañana
1 Corintios 10:24,31
Nadie busque su propio provecho, sino el de todos. Todo lo que comáis, todo lo que bebáis, todo lo que hagáis, hacedlo para la gloria de Dios.
Lectura de mediodía
Colosenses 3:17
Nunca digas ni hagas nada que no sea en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Lectura de la tarde
Colosenses 3:23-24
Cualquiera que sea vuestro trabajo, poned en él el corazón como si fuera para el Señor y no para los hombres, sabiendo que el Señor os lo pagará haciéndoos herederos suyos. Es a Cristo Señor a quien servís.