Catholic Calendar 07 Septiembre 2025

Domingo
Año: C(I). Semana del salmo: 3. Color litúrgico: Verde.

Año: C(I). Semana del salmo: 3. Color litúrgico: Verde.

Sobre el autor de la Segunda Lectura en el Oficio de Lecturas de hoy:

Segunda Lectura: El papa san León Magno (- 461)

Leo nació en Etruria y se convirtió en Papa en el año 440. Fue un verdadero pastor y padre de almas. Se esforzó constantemente por mantener íntegra la fe y defendió con denuedo la unidad de la Iglesia. Repelió las invasiones de los bárbaros o palió sus efectos, siendo célebre su persuasión a Atila el Huno para que no marchara sobre Roma en el 452, y el hecho de que impidiera que los invasores vándalos masacraran a la población en el 455.
  León dejó muchos escritos doctrinales y espirituales y varios de ellos se incluyen en el Oficio de Lecturas hasta nuestros días. Murió en 461.

Color litúrgico: verde

La virtud teologal de la esperanza está simbolizada por el color verde, al igual que el fuego ardiente del amor está simbolizado por el rojo. El verde es el color de las cosas que crecen, y la esperanza, como ellas, es siempre nueva y siempre fresca. Litúrgicamente, el verde es el color del Tiempo Ordinario, la secuencia ordenada de semanas a lo largo del año, una estación en la que no somos ni penitentes (de púrpura) ni alegres (de blanco).
Lectura de media mañana Romanos 8:15-16
El espíritu que habéis recibido no es el espíritu de los esclavos que trae de nuevo el miedo a vuestras vidas; es el espíritu de los hijos, y nos hace gritar: "¡Abba, Padre!". El Espíritu mismo y nuestro espíritu dan testimonio unidos de que somos hijos de Dios.

Lectura de mediodía Romanos 8:22-23
Desde el principio hasta ahora, la creación entera, como sabemos, ha estado gimiendo en un gran acto de dar a luz; y no sólo la creación, sino todos nosotros que poseemos las primicias del Espíritu, también gemimos interiormente mientras esperamos que nuestros cuerpos sean liberados.

Lectura de la tarde 2 Timoteo 1:9
Dios nos ha salvado y nos ha llamado a ser santos, no por algo que nosotros mismos hayamos hecho, sino por su propio propósito y por su propia gracia. Esta gracia ya nos había sido concedida, en Cristo Jesús, antes del principio de los tiempos.