Nació a principios del siglo II en Nablus, en Samaria, de familia griega pagana. Fue un ferviente buscador de la verdad, y estudió muchos sistemas filosóficos antes de ser conducido, a través del platonismo, al cristianismo. Sin dejar de ser laico, aceptó el deber de dar a conocer la verdad y viajó de un lugar a otro proclamando el Evangelio. En 151 viajó de Éfeso a Roma, donde abrió una escuela de filosofía y escribió defensas y exposiciones del cristianismo, que han llegado hasta nuestros días y son los primeros escritos conocidos de este tipo. En la persecución del año 165, bajo el reinado del emperador Marco Aurelio, fue denunciado como cristiano, detenido y decapitado. La transcripción de su juicio por el prefecto de Roma, Rusticus, también ha sobrevivido: se puede encontrar en el actual’Oficio de Lecturas.
Justino trata la filosofía griega que estudió como mayormente verdadera, pero incompleta. En contraste con la tendencia hebrea a considerar que Dios les hace revelaciones a ellos y a nadie más, él sigue la parábola del Sembrador, y ve a Dios sembrando la semilla de la sabiduría por todo el mundo, para que crezca allí donde la tierra la reciba. Cuando discutimos con personas que no están de acuerdo con nosotros, haríamos bien en suponer que ellas también buscan la sabiduría y han encontrado una especie de verdad. Puesto que sólo hay un Dios y una Verdad, nuestra tarea no es contradecir o menospreciar sus logros, sino mostrarles cómo sus esfuerzos y búsquedas se cumplen en última instancia en Cristo. Esto es más difícil de hacer – entre otras cosas, porque tenemos que tomarnos la molestia de entender nuestra propia fe a fondo – pero en última instancia merece más la pena.
Sobre el autor de la Segunda Lectura del Oficio de Lecturas de hoy:
Segunda Lectura: San Agustín de Hipona (354 - 430)
Agustín nació en Thagaste, en África, de una familia bereber. Fue educado cristianamente, pero abandonó la Iglesia muy pronto y pasó un Agustín pasó mucho tiempo buscando seriamente la verdad, primero en la herejía maniquea, que abandonó al ver lo disparatada que era, y luego en el neoplatonismo, hasta que finalmente, gracias a las oraciones de su madre y a las enseñanzas de san Ambrosio de Milán, se convirtió de nuevo al cristianismo y fue bautizado en 387, poco antes de la muerte de su madre.
Agustín tuvo una brillante carrera jurídica y académica, pero tras su conversión regresó a su hogar en África y llevó una vida ascética. Fue elegido obispo de Hipona y pasó 34 años cuidando de su rebaño, enseñándoles, fortaleciéndoles en la fe y protegiéndoles enérgicamente contra los errores de la época. Escribió muchísimo y dejó una huella permanente tanto en la filosofía como en la teología. Sus Confesiones, tan deslumbrantes en estilo como profundas en contenido, son un hito de la literatura universal. Las segundas lecturas del Oficio de Lecturas contienen extractos de muchos de sus sermones y comentarios y también de las Confesiones.
Color litúrgico: blanco
El blanco es el color del cielo. Litúrgicamente, se utiliza para celebrar las fiestas del Señor; Navidad y Pascua, las grandes estaciones del Señor; y los santos. No es que siempre se vea el blanco en la iglesia, porque si hay algo más espléndido, como el oro, se puede y se debe utilizar en su lugar. Al fin y al cabo, estamos de celebración.
En los primeros siglos todos los ornamentos eran blancos – el blanco de la pureza bautismal y de las túnicas que llevaban los ejércitos de los redimidos en el Apocalipsis, lavados de blanco en la sangre del Cordero. A medida que la Iglesia fue adquiriendo seguridad suficiente para poder planificar su liturgia, comenzó a utilizar el color para que nuestro sentido de la vista pudiera profundizar en nuestra experiencia de los misterios de la salvación, del mismo modo que el incienso recluta nuestro sentido del olfato y la música el del oído. A lo largo de los siglos se elaboraron diversos esquemas de color para las fiestas y las estaciones, y sólo en el siglo XIX se armonizaron en su forma actual.
Lectura de media mañana
(Apocalipsis 1:17-18)
Vi al Hijo del hombre, y me dijo: '¡No temas! Yo soy el Primero y el Último. Estaba muerto y ahora voy a vivir por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y de los infiernos.'
Lectura de mediodía
Hebreos 8:1-3
Nuestro Sumo Sacerdote tiene su lugar a la derecha del trono de la Majestad divina en los cielos, y es el ministro del santuario y de la verdadera Tienda de reunión que el Señor, y no ningún hombre, erigió. Es deber de todo sumo sacerdote ofrecer ofrendas y sacrificios.
Lectura de la tarde
Colosenses 3:1-2
Ya que habéis sido devueltos a la verdadera vida con Cristo, debéis buscar las cosas que están en el cielo, donde está Cristo, sentado a la diestra de Dios. Pensad en las cosas celestiales, no en las terrenales.